Como abogado laboralista lo escucho todo el tiempo, siempre me encuentro frecuentemente con la dolorosa situación de escuchar a personas decir "me han despedido". Esta frase, cargada de incertidumbre y preocupación, resuena constantemente en mi vida profesional, recordándome la importancia crucial de mi labor en la defensa de los derechos laborales.
Cada vez que un caso llega a mi despacho, ya sea representando a empleadores o trabajadores, me veo en la encrucijada de equilibrar los intereses legítimos de ambas partes, siempre dentro del marco de la ley y el respeto por los procedimientos establecidos.
Las palabras que suelen acompañar a un despido son variadas pero igualmente impactantes:
1. "Lamentablemente, hemos decidido poner fin a nuestra relación laboral después de una cuidadosa evaluación."
2. "Nos vemos en la obligación de comunicarte que prescindiremos de tus servicios en nuestra empresa, donde además tu puesto es de confianza."
3. "Queremos informarte que no podremos renovar tu contrato laboral."
4. "Debido a la situación actual, nos vemos en la necesidad de prescindir de tu talento y experiencia en nuestra organización."
5. "Lamentamos informarte que tu periodo de prueba no ha sido exitoso y no podremos continuar con tu vinculación laboral."
Estas palabras no solo representan la terminación de una relación laboral, sino que también conllevan consecuencias emocionales y financieras significativas para el trabajador y, en ocasiones, para la empresa misma.
Hace unos años, durante una exposición en la Universidad de Costa Rica sobre las repercusiones del caso ODEBRECHT en las relaciones laborales, muchos se sorprendieron al descubrir cómo este escándalo de corrupción afectó directamente la estabilidad laboral de miles de personas en el funcionamiento de numerosas empresas en América Latina y especialmente en Perú.
Es esencial comprender que detrás de cada caso de despido hay historias individuales, circunstancias únicas y derechos que deben protegerse. Recientemente, hemos sido testigos de situaciones preocupantes, como el despido masivo y sin compensación por parte de una entidad financiera local, que señaló ante la SBS que al cierre de la empresa otorgaría a cada trabajador una indemnización, y sin embargo, al momento de desvincularlos, no cumplió con el monto comprometido con la supervisora de entidades financieras, o el despido de una docente universitaria simplemente por su cercanía al sindicato de una universidad privada que alega ser la primera de la región. Estos casos, claros ejemplos de despidos arbitrarios, subrayan la importancia de un sistema legal que proteja los derechos de los trabajadores.
Desde el cese masivo hasta los despidos discriminatorios, como el caso de la docente universitaria mencionada, mi labor como abogado laboralista va más allá de simplemente escuchar estas palabras; implica defender los derechos de los trabajadores, luchar contra la injusticia laboral y buscar soluciones equitativas para todas las partes involucradas.
Recientemente, la agencia calificadora S&P Global Ratings redujo la calificación crediticia de Perú de BBB a BBB-, citando la incertidumbre política que, según el comunicado oficial, está obstaculizando la capacidad del gobierno para implementar políticas económicas efectivas. Si esta tendencia continúa, es probable que aumenten los despidos y las disputas laborales, lo que generaría más controversias en el ámbito judicial.
Como abogado laboralista, es fundamental no solo atender las palabras "me han despedido", sino también es ideal brindar asesoramiento sobre cómo mejorar el clima laboral, cómo aumentar las remuneraciones sin generar sobrecostos, cómo buscar soluciones equitativas en los convenios colectivos y resolver controversias en las relaciones laborales, promoviendo así un entorno laboral más justo y armonioso.
Es en este contexto que reflexiono sobre la importancia de un sistema legal justo y equitativo, políticas gubernamentales que promuevan la formalidad laboral e implementar una cultura de respeto de los derechos laborales, como parte de una visión de ser una sociedad mejor.